martes, febrero 07, 2006

La mujer del chorrito


En la calle Tres Arroyos, en el barrio de La Paternal, en un edificio de poca altura, ocurre un fenómeno acuático. Un fino chorro de agua no muy grande, pero ruidoso y constante, erosiona siempre la misma baldosa. No es el desagote pluvial, no es un caño roto, no es la orina de un maniático. Se trata, aparentemente, de una mujer obsesiva por la limpieza de su balcón. Lo limpia casi diariamente durante horas, y el desagüe desemboca en un cañito, el cual forma una prolija cascada que siempre va al mismo lugar. Los habitantes del edificio y algunos comerciantes de la zona han intentado hacer entrar en razón a la señora por el portero eléctrico, pero ya se han rendido, siempre ha sido inútil y sólo se han ganado una violenta reacción de la señora. Se sabe que es soltera, que casi no se la ve salir. Lo interesante es las distintas teorías sobre los motivos o las causas de este fenómeno. El señor de la librería, próxima al edificio, ha comentado algo “hace 4 años que tengo el negocio y nunca la ví personalmente, es una loca y es evidente que lo que menos le preocupa es limpiar el balcón, que es obvio que a esta altura está más limpio que su alma (…) el sonido del chorrito me vuelve loco, tengo que poner la radio para que me lo tape”. El mecánico de la otra cuadra dice que es una excusa para que el encargado del edificio le toque el timbre, en ese momento los hace pasar con la intención de tener sexo con ellos. Los que acceden, al poco tiempo renuncian. Eso podría tener que ver con la rotación constante de encargados en ese edificio. Distinta es la versión del místico almacenero, el más antiguo de la zona, el que asegura que ella es la mujer del viudo Varela. Varela era un plomero que enviudó hace más de 12 años, cuando un colectivo de la linea 105 en un mal movimiento subió a la vereda y la mató al instante. Poco después Varela cayó en depresión y se pegó un tiro. De alguna manera, sostiene el almacenero, ella quiere simbolizar la pérdida de agua como algo que atrae el plomero, en fin, simbolizar la pérdida. Para finalizar agrega que es uno de los arroyos de la calle Tres Arroyos. El señor Richard Larrea, tiene la explicación más sencilla. El excremento de las palomas se deposita diariamente en su balcón y la señora lo limpia.
Confiesa Guayaba que la teoría que más le gusta es la del almacenero, pero yo, que no creo en fantasmas por ahora, la refuto. Hace unos pocos días el doctor Guayaba ha podido tomar unas fotografías, las cuales han sido inspiradoras a contarles esta historia.

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